Actitud Contemplativa Vs. Actitud Operativa

 

"El medio del espíritu es el silencio.

Sin duda, la comunicación digital destruye el silencio.

Lo aditivo que engendra el ruido comunicativo,

no es el modo de andar del espíritu".

 

Byung-Chul Han (2013)

 

La vida contemporánea, la del siglo XXI, se caracteriza por una polarización total del sujeto hacia una actitud operativa y una negación de la actitud contemplativa.

 

Lo que más le cuesta al hombre es ser “nada”: ser nada es dejar entrar lo otro sin manipularlo, sin ejercer ningún poder de acción sobre él. Ser “nada” es dejar que el mundo nos atraviese, que las cosas se nos acerquen. Este tipo de experiencia está ligada a una comunicación de nuestro cuerpo como parte integrante y coextensiva del resto de la materia universal, a una ausencia del ego como instancia divisora. Nuestros sentidos se dejan llevar por otros cuerpos, nos anonadamos y se nos regala, entonces, el placer de ser nubes, pájaros, viento o pequeñas partículas descendiendo a trasluz.

 

La contemplación se corresponde a la descripción que da Merleau-Ponty de la pintura a través de la teoría mágica de la visión. “Quedémonos en lo visible en sentido estricto y prosaico: el pintor, cualquiera que sea, mientras pinta, practica una teoría mágica de la visión. Es necesario admitir que las cosas pasan en él o que, según el dilema sarcástico de Malebranche, el espíritu sale por los ojos para pasearse por las cosas, porque él no cesa de ajustar en ellas su visión. (Nada cambia si no pinta el motivo: el pinta en todo caso porque ha visto, porque el mundo ha grabado en él, al menos una vez,  las cifras de lo visible.) Es necesario reconocer, como dice un filósofo, que la visión es el espejo o la concentración del universo.” (Merleau-Ponty, 1964)

 

En este estado, que podríamos definir como “tregua de la conciencia”, no somos un yo que piensa, sino un cruce y una combinación aleatoria de ideas; no somos un yo triste o alegre, sino emociones reverberando, floreciendo; no somos un yo que ama u odia, sino un rio de sentimientos que fluyen. Y curiosamente, suele suceder que luego de estos cortos y fugaces, preciados y preciosos momentos de contemplación, en los que no estamos manejando ni controlando ni dirigiendo nuestros pensamientos ni nuestras acciones, tenemos la sensación de comprender mejor el mundo, o al menos de estar más en paz con él.

 

Ese tipo de experiencias está en peligro de extinción debido a nuestro modo de acercarnos al mundo “operativamente” mediante los objetos técnicos, y más específicamente mediante Internet y los entornos digitales. Cuando estamos manejando un objeto técnico estamos en una actitud operativa. Por más inteligente que éste sea, o más hibridado con nuestro cuerpo que éste se halle no perdemos la conciencia de nosotros mismos para volvernos otros, sino que nos mantenemos fijamente en los límites del sujeto porque debemos operar con nuestro cuerpo capacidades operativas y motrices de otro cuerpo, las del objeto técnico. Si estamos utilizando un martillo tenemos que manejar el peso específico de este objeto para calcular la fuerza que vamos a ejercer en el clavo. De esta forma, nuestro cuerpo debe medir y regular todos sus movimientos en función de una realidad física externa, la del objeto. Por esto mismo, debemos ser mucho más conscientes de nosotros mismo si queremos que el golpe sobre el clavo sea certero y efectivo. Operar no se reduce a ejecutar movimientos, que ciertamente en el caso de la tecnología digital son casi nulos, sino a actuar a partir de la física y la mecánica de otro cuerpo para un fin concreto.

 

El hecho de estar en permanencia acercándonos al mundo, a las personas y a las cosas a través de objetos técnicos, nos hace vivir en una realidad operativa. Toda operación tiene un fin concreto, así reducimos nuestras relaciones humanas a “contactos”, nuestro ocio en trabajo no remunerado, nuestros intereses en bases de datos, nuestras inquietudes en búsquedas, nuestros sentimientos en emoticones…. La palabra “contacto” solía utilizarse, casi exclusivamente, para hablar de las relaciones de negocios. Un contacto es una persona útil, un as sobre la manga para lograr tal o cual fin….al usarse hoy en día para todas nuestras amistades en el ámbito de los entornos digitales y de las redes sociales, ¿hemos cambiado el sentido de esta palabra? ¿O más bien hemos dejado que se expanda  la lógica utilitaria que ésta  encierra?

 

Todo acercamiento operativo al mundo es un acercamiento utilitario, guiado por un fin. El acercamiento contemplativo no significa necesariamente no hacer nada, y simplemente mirar las cosas sucederse, sino, no tener una aprehensión utilitaria de las cosas. La actitud contemplativa nos permite tener una experiencia del mundo que no esté coartada ni delimitada por ningún fin u objetivo específico. Contemplar es permitirse una experiencia fuera del tiempo, pero para que desaparezca el tiempo se requiere “tiempo” y eso es lo que menos tenemos.

 

La operación es un método que nos permite actuar con eficacia  en el tiempo para así ganar tiempo y poder seguir operando sobre otras cosas en función de otros fines. De esto modo, no hay ganancia de tiempo, sino un tiempo que se autodevora, que se consume a sí mismo en su ambición por ganarse. Operar utilitariamente es el principio de la “productividad”, y éste es el primer mandato de nuestra época. El sujeto del siglo XXI se vive como un proyecto, como algo que es necesario “producir”:  “La producción, el trabajo, el valor, todo aquello por lo cual  emerge un mundo objetivo y por donde el hombre se reconoce objetivamente, todo eso es lo imaginario en el que el hombre persigue un desciframiento incesante de sí mismo a través de sus obras, finalizando por su sombra (su propio fin), reflejado por ese espejo operacional, esa especie de ideal del yo productivista, no sólo en la forma materializada de la obsesión económica de rendimiento, determinada por el valor de cambio, sino mucho más profundamente en la sobredeterminación por el código, por  el espejo de la economía política, en esa identidad que el hombre reviste ante sus propios ojos cuando ya no puede pensarse sino como algo que hay que producir, transformar, hacer surgir como valor” (Jean Baudrillard, 1973).

 

Claramente lo que nos está faltando en esta época es nuestra capacidad para contemplar, porque para que desaparezca el tiempo se requiere saltar fuera del tiempo, aceptarse como un ser que es y no como un proyecto a producir. Pero ser productivo es el primer mandato de nuestro tiempo, incluso podríamos afirmar que nuestras formas de divertirnos y evadirnos de la realidad son productivas, una de las drogas más tomadas en estos últimos años es el MDMA y el éxtasis. Estas drogas hacen que por un período de tiempo corto sintamos que somos libres,  felices y ligeros y que nos olvidemos de nuestros problemas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con una mini pastillita o unos gramitos de cristal nos divertimos exagerada y locamente por 8hs intensas y luego ya está…nuestra dosis de evasión  está garantizada y entonces podemos ser nuevamente sujetos de rendimiento. Así  podemos soportar el ritmo de la productividad extrema sin quejarnos porque volvemos a nuestros trabajos, que detestamos, renovados. Estas drogas son sumamente eficaces al sistema. Dejar de ser operadores para ser contempladores intensos durante ocho horas, y luego a producir y trabajar nuevamente!

 

“El imperio global no es ninguna clase dominante que explote a la multitud, pues hoy cada uno se explota a sí mismo, y se figura que vive en la libertad. El actual sujeto de rendimiento es actor y víctima a la vez” (Byung-Chul Hal, 2013).